lunes, 29 de noviembre de 2010

Escritor habla de Manuel Agujetas y del flamenco


Antes del cante de Manuel Agujetas solo hay silencio, y después de su cante solo queda ese mismo silencio. pero estremecido. Es su cante precisamente eso, estremecimiento en conmoción que nada tiene que ver con el resto; no por ser contrario al cante, sino por ser precisamente eso, sencillamente el cante, y al carecer hoy el cante justamente de pureza, pues el suyo se hace aún más presente.
El cante, en su sentido más primitivo y natural, ése que llevado por la libertad del ser, inunda los espacios con su maravillosa aspereza sin igual y su hiriente sangrar de fragua vieja. Lo que arrebata no necesita ser catalogado ni analizado, ése es el error de todo crítico, porque el arrebato es ante todo libertad. Y no es una libertad buscada ni pensada, sino una libertad instintiva que se hace necesaria para el ser, se nace con ella y se muere con ella. Agujetas posee eso ante todo, libertad, esa misma que nos dice en su soleá, su seguiriya o su martinete, cantes básicos que él los hace suyos y que no aceptan ni preguntas ni respuestas, pues son, en esencia, sentencias gitanas, crudas, rasgadoras y sorprendentes.
Escribo hoy de Agujetas porque el flamenco de hoy es una vergüenza, porque lo que las televisiones andaluzas nos muestran como flamenco es una aberración y una falta de ética absoluta. Y es que yo prefiero una seguiriya de Agujetas a 10 discos de cualquier estrella de esas que llenan teatros con coplillas aflamencadas.
Bien sé que el flamenco puro no llena teatros, pero díganme, ¿acaso deja de ser puro por ello?
No, eso es el flamenco y eso es cantar gitano; el hecho de que no llenen teatros es falta de concepto de los públicos, que es distinto.
Al flamenco sólo lo ponen en su sitio ellos, los intérpretes como Agujetas, esos que con sus defectos y virtudes son naturaleza misma, inquebrantable verdad que a muchos incomoda precisamente por ser auténticos. Ya hablé la pasada semana de que el flamenco es lo que fue, es y será. Agujetas por estirpe de sangre, forma libre de vivir y saber dolerse es eso mismo, lo que fue, es y será.

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